Economía en sentido contrario: Banamex
Pasaban pocos minutos de la una de la tarde del jueves 4 de septiembre, cuando la calma del restaurante Colibrí sufrió un sobresalto. La presencia de hombres con chaleco y chícharo en las orejas en derredor del restaurante no deja de ser incómodo, aunque en este sitio es habitual esta escena.
Los escoltas se quedaron afuera, parados sobre la banqueta y ubicados estratégicamente al paso de su jefe. Pero hubo algo más que llamó la atención esta vez, que incluso escandalizó a algunas damas que en ese momento departían en una de las pocas mesas ocupadas.
El funcionario en mención entró sin prestar atención a las miradas inquisidoras que veían entrar la decadente figura de un hombre, notoriamente entrado en años, de la mano de una mujer joven que bien pudiera confundirse con su nieta adolescente, de no ser por los mimos que descubrían otro tipo de vínculo afectivo.
Quizá a este funcionario le parezca que los prejuicios pesan demasiado como para llevarlos consigo, o que le sienta bien la impudicia, pues en ningún momento mostró fastidio, ni siquiera cuando la mirada indócil de los meseros se posó en los jeans strech de su acompañante.
El talle muy abajo en sus pantalones a la cadera, algo que ya no es lo más in para las jóvenes, la camisola ataviada donde inician las costillas, sus accesorios y su serpenteo al caminar, cuando menos en apariencia, dejaban al descubierto el oficio de la chica.
Recordé el caso del demócrata Eliot Spitzer, quien tuvo que renunciar en marzo de este año al cargo de gobernador de Nueva York, luego de que descubrieron su afición por los servicios de compañía.
Pero aquí, no sólo es lejana la posibilidad de una renuncia, por el contrario; el individuo en mención será premiado con mayores atribuciones, que irán muy probablemente aparejados a su desmedido despotismo y falta de compromiso con su responsabilidad.
Se supone que en la administración pública hay un horario establecido para la burocracia, y que los superiores deberían dar más de su tiempo al servicio de la sociedad, puesto que para eso son remunerados en situación de privilegio.
Pero al coronel retirado Javier Rueda Velásquez le interesa más destinar su tiempo para ir a comer y comprar jarrones a su dama, que velar por la seguridad de la sociedad, función que está en el supuesto de un secretario de Protección Ciudadana.
Si era festejo, se justifica porque justo ese mismo jueves por la tarde, el gobernador Ulises Ruiz firmó la iniciativa de ley de seguridad pública que analizará el Congreso para darle mayores atribuciones a la dependencia que tiene a su cargo.
Aunque servirán para nada si las aficiones del señor Rueda le siguen quitando el tiempo que debiera destinar para ofrecer resultados en uno de los aspectos más perjudiciales para Oaxaca como es la delincuencia.
Estuvo ahí más de dos horas, justo cuando un bloqueo de porros provocaba el caos al otro extremo de la ciudad, y en ningún momento de su estancia recibió llamada alguna o hizo el intento por utilizar su teléfono celular, que enmudeció para no ser molestado.
¿En ese hombre se ha depositado la confianza para salvaguardar la seguridad de los oaxaqueños? Como lo preguntó alguna vez Elba Esther sobre Roberto Madrazo ¿Usted confía en Javier Rueda? ¡Yo tampoco!
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Después de un receso reinicio este espacio con un agradecimiento a quienes alentaron siempre la idea de retomarlo.